martes, 6 de febrero de 2007

Esa "forma de mirar", Eliécer, banaliza la vida


"Habrá mal en las ciudades, hasta que la raza de los filósofos no llegue al poder, o hasta que los jefes de las ciudades, por una especial gracia divina, no se pongan a filosofar". Platón

Eliécer Calzadilla (columnista dominical de Correo del Caroní) cerró el año 2006 con una de sus más certeras columnas, publicada en Correo del Caroní el 17 de diciembre, bajo el título ¿Son felices los pobres en Venezuela?, que yo diría que fue un homenaje, en el aniversario de su muerte, al Bolívar de la enorme frustración que lo llevó a exclamar "He arado en el mar". Porque luego de leer el final de ese texto, en el que subyace una enorme tristeza ante la evidencia de la patria imposible, sentí también el dolor intenso de estar arando en el mar, porque la patria es la gente y mientras esa gente que es la patria no asuma que es su actitud la que la sacará de ese marasmo insólito y contradictorio donde subsiste basalmente, practicando una moral modular, en la que el pecado es ser descubierto, nosotros, los nosotros, tendremos una patria virtual, una larga aspiración transmutada en la resignación de una frase más para "esa forma de mirar": ¡Eso es lo que hay! Viviendo el drama de existir rodeado de la precariedad física, moral e intelectual que se manifiesta en "esa forma de mirar" que es la consecuencia lógica de nuestra secular carencia de filosofía propia. De la filosofía como visión razonada del objetivo real. Y allí reside el núcleo del texto de Eliécer y la tragedia nacional condensada en su párrafo final, previa anécdota de unas damas de edad, que él llama, sin ambages, "viejas", que en el hermoso contexto del Parque La Llovizna, uno de los escenarios naturales más bellos del mundo, al ver un acure salvaje y unos peces en un remanso hecho vitrina para la meditación, exclamaron que eran... sabrosos guisados o fritos, tal como si usted ante el recogimiento espiritual del sacro espacio de un templo vaticano pensara que está bueno para instalar una gallera, y lo que explica porque el Museo Vial provocó que destrozaran sus obras a tiros, porque esa "forma de mirar" vio dianas y no obras de arte, y así lo condensa filosóficamente Eliécer: "Pienso que lo que tenemos distinto, singular y específico los venezolanos, es la forma de mirar las cosas, el mundo, los acontecimientos. Por eso los pobres son felices (a pesar del hambre, la miseria, el hampa, el desempleo y el abandono), por eso somos felices, por la mirada. Miramos las cosas de otra manera". Por esa fatal forma de mirar superficial, supersticiosa, materialista, banal, es que el machismo campea destrozando las esperanzas y la belleza de sus mujeres simplemente por el atroz delito de ser mujeres, hecho aborrecido por esta forma de barbarie neandertálica, que jura en su supina ignorancia que nació de sexo masculino porque superó una prueba imposible que lo hace superior instantáneo y de facto. Es esa forma de mirar la culpable del maltrato infantil, un acto de barbarie homicida, porque asesina la edad de la ilusión, que transmuta a las víctimas en adultos que sólo pueden respetar a lo que temen. Es esa forma de mirar la que convierte al venezolano en un impuntual crónico y embustero por la profusión de excusas con las que se ve obligado a justificar su falta de respeto por los otros. Por los no-yo. Excusas que evidencian su conocimiento de la falta, pero esa forma de mirar le impide actuar con raciocinio y respeto. Y es esa forma de mirar la que impulsa a este pueblo al sectarismo, por la idologización necesaria del poder que confiere la secta, por su mediocridad para desentrañar el orden interno de su propia realidad. Porque esa forma de mirar insensible, desprovista de intuición y por lo tanto de inteligencia, no capta la esencia de las cosas ni de los seres. Esa forma de mirar demuestra que no existe en el venezolano como gentilicio una visión razonada del objetivo real de su existencia.
Sin visión razonada no existe objetivo real Sin filosofía no es posible la existencia sensorial ascensional. No hay rumbo ni ideales. Ni búsqueda. La esperanza, derivada por esa forma de mirar en esperar inerte sustituye a la "buscanza" activa y productiva. El futuro se constituye en espera del milagro prometido, el 2021, sin lograr avizorar su concreción como sucesión de presentes. La pobreza y su causal la ignorancia, límite personal de todas las cosas; la marginalidad, la violencia, el estupro tan "normal" en nuestros barrios, la superstición, el fanatismo y el miedo a enfrentar los retos de la vida entre muchas anormalidades sociales, son consecuencias de la carencia de compromiso del individuo con su propia estima, es decir, con el objetivo real de su existencia. Sin visión razonada se banaliza la vida. Se desperdicia. Se desprecia en un sinsentido agónico. La vida no vale nada, ni la propia ni la ajena, para quien la sufre como castigo, por ello el inconsciente asume la resignación como defensa, el habitar lo inhabitable aferrado a un universo de creencias destructivas por paralizantes, para justificar la inercia del intrascendente desgaste orgánico circular. La actividad cerebral reducida a cuatro operaciones básicas. Popular es la ingenuidad representada en lo rudimentario, lo inarmónico, lo desafinado, lo elemental, lo deforme... lo mediocre. Pobre no es el barrio. Es la forma de mirar del sujeto la que permite que se empobrezca. Que se deshilache. Que se desconche. La insuficiencia del barrio incentiva la apariencia exógena, "barriga llena corazón contento", la simbología externa, "claridad en la calle y oscuridad en la casa". El barrio es la madriguera de lo pobre más que de la pobreza. Irremediable. Ineluctable. El destino, como guindar de la casualidad, en manos de Dios, del azar o del gobierno. No en sí. Todo fuera de sí. La pobreza, entonces, más que un problema de carencias económicas, es un gigantesco problema filosófico. De fatalismo atávico. De pasividad ante lo que se asume sentencia irreversible. De forma de mirar.
Esa forma de mirar siente el progreso como agresión

Para esa forma de mirar, la cultura como factor de desarrollo es un anatema. Y tanto las costumbres como el lenguaje de la pobreza se convierten en tradiciones de tal manera enraizadas que conforman una unidad de resistencia al cambio imposible de romper. Para esa forma de mirar el progreso amenaza esa cultura tradicionalista, atrasada, de culto al pasado, "mientras tanto", y ve con recelo y hasta con odio todo aquello que no comprende, es distinto o asombre su ignorancia. Eso explica el porqué convocar a destruir sea más aceptado que a construir. Esa forma de mirar siente más satisfacción conque el gobierno despoje de lo suyo a quien tenga y lo condene a la miseria, que si emprende obras o programas que la saquen a ella de la pobreza. No desea vivir en la urbanización sino que el que viva en la urbanización sea obligado a vivir en la decrepitud del barrio, lo que la condena a ser chatarra rodeada de chatarra. La falta de cultura de esa forma de mirar es la respuesta del porqué, por ejemplo, en Venezuela la estabilidad laboral genera miseria, porque al no tener introyectada la familia como fin último del trabajo, se priorizan los vicios y las decadencias. Y la familia es lastre.
Esa forma de mirar y la paternidad y maternidad irresponsables

Insisto que el colmo de la ignorancia es que una adolescente, que estudia o ha estudiado, ignore que su organismo alberga el sofisticado programa de reproducción humana, para la perpetuación de la especie, que se pone en marcha al correr en ella el programa masculino. Y lo digo de la mujer, porque sabemos el grado de estupidez del machismo que se nutre de irresponsabilidades. No es posible que el país se siga llenando de hijos indeseados adosados al destino, porque la joven ilusa quiso darle una prueba de amor al zagaletón ocioso que la enamora, la preña y sale corriendo, y ésta busca entonces quien la ayude a criar al muchacho saliendo embarazada de otro y de otros. Para terminar sola, chancletuda y amargada llena de hijos a los 20 años, a los que culpa de la miseria que se le vino encima y que la hará madre de delincuentes. Hay que ver el daño moral, por el resentimiento social, que le ha infligido la paternidad irresponsable a la nación. Es una forma de traición a la patria ese vicio de mirar la parte sin el todo. El sexo sin el amor responsable y creador.
Esa forma de mirar y la aduldolescencia venezolana

Comprobado está que la pobreza sufre de locus de control externo. Los ricos que confiesan que el esfuerzo no genera progreso se sacaron un Loto, recibieron una cuantiosa herencia de un desconocido o son corruptos o delincuentes que han hecho fortuna por medios ilícitos. En el mundo de la pobreza el sujeto se cree víctima de una injusticia de Dios, del azar o del gobierno, por lo tanto vive su pobreza como un karma, y aunque trabaje de manera estable y con buenos ingresos, vivirá en la miseria, dilapidando sus recursos, porque ella obedece a su esquema mental. El rancho es un ideograma genético. La precariedad del entorno, de la escuela, del hospital, del transporte público es lo normal. Es lo que se espera. Suficiente para lo que suponen que son. Eso es lo que hay. El fatalismo. Es por esto que su dependencia de gobiernos paternalistas es absoluta, clientelar, y esta dependencia genera una eterna adolescencia. Llegan a ancianos dependiendo de la paternidad gubernamental. Adolescentes tardíos. Son aduldolescentes. No logran entender lo que ha sido tan claro para todos los países del primer mundo, que el desarrollo económico depende del compromiso productivo de la gente, no de las riquezas naturales ni de la cantidad de gente ni de la extensión territorial ni de la munificencia del gobierno. No han podido asimilar que solamente mediante el estudio, el trabajo y la responsabilidad es posible alcanzar los logros necesarios para habitar la vida con dignidad. Es imposible para ellos admitir que la solución está en sus manos. En cambiar la forma de mirar.
El pueblo seguirá teniendo la forma de mirar que el maestro quiera

Apelo a la conciencia inteligente de aquellos maestros, que sé existen, y que comparten con nosotros esa honda preocupación por la falta de lógica de nuestro pueblo, para que discutan con sus alumnos con capacidad de razonar, de todas las áreas y de todos los niveles, esa "formar de mirar" que tanto daño ha hecho a nuestra nación. No es posible que sigamos indiferentes a "esa forma de mirar" inculta que banaliza la vida, asume la anormalidad como norma y al mal tiempo le pone buena cara. Una forma estúpida de ser feliz por la resignación. Porque esta necia actitud no es privativa de los marginados sino que, como bien lo expone Eliécer, es una manera de ser venezolano, que sólo puede revertirse a través de la cultura, que no se resume precisamente a bailecito tradicional como infiere el poder. Y aquí la universidad tiene una responsabilidad ineludible. Sino la asume, entonces, ¿de dónde podrá surgir esa visión razonada del objetivo real que le introyecte densidad racional a la actitud de ser venezolano?
¿Organizan las universidades la inteligencia para cambiar esa forma de mirar? ¿Qué es un profesional sin sentido crítico? ¿Sin conciencia inteligente? ¿Sin razonamiento lógico? ¿Sin mirada contextualizada? ¡Un operario! Mano de obra especializada en... medicina, derecho, ingeniería, periodismo... Un autómata con un programa sofisticado, sin posibilidades ascensionales, pero feliz. Profesionales McDonald's. Papas fritas con salsa de tomate. Que por cierto detesto. Crecimiento lineal sin desarrollo y por lo tanto sin progreso. Y lo peor que es lo que me indigna... olvidan de donde provienen. Es cierto que el componente que les llega a las universidades desde el liceo, y a éste desde la primaria y a ésta desde el hogar, con las excepciones de rigor, que lo que hacen es confirmar la tesis, es cada vez peor, y ahora con la imbécil infección populista que elimina los filtros académicos y premia la ausencia de méritos por la incondicionalidad, será deprimente por la falta de desarrollo del hemisferio cerebral izquierdo y la atrofia del derecho, pero es hora de articularse en un proyecto evolutivo para la nacionalidad. Los estudios de lógica formal deben ser privativos para todas las carreras. Y todo bachiller que ingrese debe pasar por una cuarentena, designorantizándose. Porque el mal tremendo que carcome las estructuras institucionales de la patria es la ignorancia, que por no tratarse a tiempo ha hecho metástasis en estupidez. El barrio llegó a la universidad pero para seguir siendo barrio. Masa. Aunque disfrute de movilidad social vertical. Pero sobre todo, penetrada hasta los tuétanos por "esa forma de mirar". Imposible que un país sea sin universidades que tengan como meta inflexible la excelencia del individuo decantado como ser humano. Si la universidad calla, a la sociedad no le queda otro recurso que otorgar.

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