viernes, 9 de febrero de 2007

José Antonio Páez: De primera lanza a fundador de Venezuela (IV)


Encuentro histórico de Bolívar y Páez

El 30 de enero de 1818, en el hato "Cañafístola" Páez se encontró con El Libertador, quien había ido expresamente a conocerlo, en Calabozo. El mismo Páez nos narra este encuentro: "A principios de 1818, sabiendo que ya Bolívar se hallaba en el hato de Cañafístola, como a cuatro leguas de Payara, me adelanté a su encuentro, acompañado de los principales jefes de mi ejército. Apenas me vio a lo lejos, montó inmediatamente a caballo para salir a recibirme, y al encontrarnos echamos pie a tierra, y con muestras del mayor contento nos dimos un estrecho abrazo. Manifestéle yo que tenía por felicísimo presagio para la causa de la patria el verle en los llanos, y esperaba que su privilegiada inteligencia, encontrando nuevos medios y utilizando los recursos que poníamos a su disposición, lanzaría rayos de destrucción contra el enemigo que estábamos tratando de vencer".
La toma de las flecheras

El principal obstáculo que se le presentaba a Bolívar para continuar la campaña era la forma de pasar el río Apure, porque carecía de embarcaciones. Según cuenta Páez en su autobiografía, él le convence de ponerse en marcha porque él les dará las embarcaciones, Bolívar incrédulo le pregunta: -Pero hombre, ¿dónde las tienen usted? Las embarcaciones que tenía Páez eran las que tenía el enemigo del otro lado del río. Para tomarlas, cincuenta hombres a galope tendido, "con las sillas sueltas y las guruperas quitadas para rodar las sillas al suelo sin necesidad de apearnos del caballo (al llegar a la orilla del río)", atravesaron los setenta metros que los separaba de las lanchas y "fue tal el pasmo que causó al enemigo aquella acción inesperada, que no hizo más que algunos disparos de cañón, y enseguida la mayor parte de su gente se arrojó al agua". Catorce embarcaciones, entre armadas y desarmadas, capturó Páez ante un Bolívar atónito, que sólo atinó a expresar que si él no hubiera presenciado aquel hecho, nadie habría podido hacérselo creer.
Lecuna atribuye a Bolívar la idea

Vicente Lecuna en su "Catálogo de errores y Calumnias..." cita la narración de un testigo presencial del hecho, el legionario inglés Richard L. Vowell, quien asevera que fue Bolívar el que al llegar al paso del Diamante en el río Apure y como no aparecía su escuadrilla para atravesar el río, vio en la misma orilla dos flecheras y una cañonera españolas mal guarnecidas, y dirigiéndose a los llaneros les gritó: "¿No habrá aquí un guapo que se atreva a tomar a nado esas flecheras?" -Sí los hay, contestó el general Páez y tiró hacia el río dos partidas, una de lanceros regida por el famoso Aramendi, y otra de carabineros al mando del teniente coronel Cruz Paredes, de 25 hombres cada una. Y concluye Lecuna con que es inverosímil que la idea haya sido de Páez, "primero, porque todos marchaban contando encontrar por lo menos parte de la escuadrilla independiente en el paso del río y segundo porque Páez no podía adivinar si las flecheras realistas estaban o no desguarnecidas".
Páez acompaña a Bolívar a regañadientes

Páez, aunque contrario a la decisión de Bolívar de invadir los llanos de Calabozo porque consideraba prioritario tomar San Fernando, optó por acompañarlo y en 3 días cubrió el ejército la distancia de 33 leguas (190 kilómetros, a un promedio de 63 kilómetros diarios, lo que es una hazaña de resistencia de hombres y bestias) que separaban San Fernando de Calabozo, cayendo sorpresivamente sobre Morillo y poniendo en fuga su ejército que perdió 600 hombres entre muertos, heridos y desaparecidos, pero Morillo se encerró en Calabozo y se fortificó en la ciudad.
La desobediencia de Páez pierde otra oportunidad para la República Por fallas en la vigilancia de los patriotas que lo cercaban, Morillo pudo sacar sus tropas en la noche del 14 de febrero de 1818 tomando el camino de El Sombrero para refugiarse en Caracas. Al enterarse Bolívar, que estaba en El Rastro a cuatro leguas de Calabozo, de la fuga de Morillo, concibió el plan de cruzar el río Guárico para presentarle batalla en plena sabana y destrozarlo antes de que llegara a las montañas. Pero Páez se negó a seguir las instrucciones de Bolívar y se empeñó en retroceder a Calabozo, perdiéndose así la oportunidad de derrotar totalmente las fuerzas de Morillo en Venezuela. Fue tan cierta esta oportunidad perdida por la falla disciplinaria de Páez, que el mismo capitán general encargado, junto con los ministros de la audiencia y demás magistrados del gobierno español, al no tener noticias de Morillo por tres días consecutivos, abandonaron Caracas y embarcaron en La Guaira, abandonando caudales y documentos. Bolívar continuó su ofensiva, pero Páez, insiste en su posición de no empeñar a sus tropas en acciones fuera del ámbito de los llanos, decide devolverse con la caballería y el batallón de Apure a San Fernando, como era su plan inicial. Bolívar finge aceptar su voluntad porque carece de recursos para imponerse por la jerarquía, y le nombra Gobernador de Barinas, para mantener la ilusión de la unión. Páez se marcha con el compromiso de socorrerle en caso de peligro, pero las tropas que quedan a cargo de Bolívar comienzan a desertar. Bolívar le escribe el 24 de febrero: "...toda la brigada del coronel Genaro Vásquez (incondicional de Páez) ha desertado anoche, de modo que apenas quedan 100 hombres. La división del señor general Sedeño ha empezado también a desertar, y anoche mismo se han ido algunos de la del señor general Monagas". Pero a pesar de todo esto, Bolívar insiste en ocupar la población de Ortiz, para a partir de allí invadir Caracas, e insiste con Páez: "Por las noticias que he recibido de Ortiz y de La Guadarrama, las circunstancias nos favorecen para obrar. Yo estoy resuelto a aprovechar estos momentos; pero como nada puedo hacer sin las tropas de caballería, es necesario que a la mayor brevedad me remita Ud. además de los escuadrones que me ofreció, los de Guayabal y Camaguán... Nada puedo hacer sin V.S.". Pero estos escuadrones jamás llegaron, y Bolívar avanzó hacia San Pablo reforzado por la caballería de Monagas.
Batalla del Semén o tercera batalla de La Puerta

En el sitio del Semén, cerca de La Puerta, Bolívar se encontró con Francisco Tomás Morales, el 16 de marzo de 1818, y cuando Morales estaba prácticamente derrotado, se presentó Morillo con refuerzos. La desbandada patriota fue total, dejando en el campo de batalla 800 muertos y 400 prisioneros y todo su material bélico.
Por poco estira la pata el conde de Cartagena

La batalla fue tan encarnizada que el mismo Morillo intervino y recibió un lanzazo, de parte del capitán Juan Pablo Farfán, que por poco lo liquida, y el 18 de marzo le confiesa a su ministro de guerra: "Estoy seguro que sin haberme puesto al frente de los expresados cuerpos no se hubiera batido a los rebeldes. (...) Mi herida es sumamente considerable por el estrago espantoso que causó la lanza en las dos bocas que abrió al entrar y salir, y por el sitio en que la recibí en el costado izquierdo entre la cadera y el ombligo, saliendo por la espalda". Páez utiliza la derrota de las fuerzas de Bolívar en el Semén y en el Rincón de los Toros como evidencia de lo correcto de su plan de devolverse a ocupar San Fernando, sin entender cabalmente que fue precisamente su indisciplina y la falta de apoyo de su caballería lo que impidió el triunfo de la campaña y que le costó a la República tres años más de guerra. Bolívar le escribe a Brión: "Lo que más ha contribuido a prolongar esta campaña ha sido la temeraria resistencia de San Fernando, y el empeño del general Páez de tomar esta plaza, que siempre se había rendido con el simple bloqueo que se había puesto desde mi llegada aquí".

Páez sí sabía leer y escribir

Un escritor inglés que dice haber conocido a Páez en el año 1818, lo describe: "Cuando yo servía con él, Páez no sabía leer ni escribir, y hasta que los ingleses llegaron a los llanos no conocía el uso del cuchillo y del tenedor: tan tosca y falta de cultura había sido su vida anterior; pero cuando comenzó a rozarse con los oficiales de la Legión Británica, imitó sus modales, costumbres y traje, y en todo se conducía como ellos hasta donde se lo permitían los hábitos de su primera educación. Mide cinco pies y nueve pulgadas (1.72 mts., tiene buena musculación, buenas formas y posee admirable fuerza y agilidad. Es de rostro hermoso y varonil, con cabellos espesos, negros y crespos; sanguíneo de temperamento, ardiente, generoso y afable de carácter, y su inteligencia, aunque sin cultivo, posee todas las virtudes que más resaltan a la naturaleza humana. Sincero, franco, sencillo, es el mejor de los amigos, y como no conoce pasiones mezquinas, es el más generoso de los enemigos". Este escritor inglés exagera cuando dice que Páez no sabía leer ni escribir, porque Páez estudió las primeras letras en Guama; y en cuanto al uso de los cubiertos, éstos estaban restringidos al uso de las clases pudientes, la inmensa mayoría de los venezolanos no sabían usarlos, no solo aquel Páez.
¿Cómo vio O'Leary a Páez?

Daniel Florencio O'Leary, en sus Memorias, nos legó una descripción del general Páez para aquel momento de su encuentro con Bolívar: "En Cañafístola, el día 30 de octubre (1818) se vieron por primera vez Bolívar y Páez. No estará por demás hacer un ligero bosquejo de este distinguido caudillo, cuyo nombre ya he mencionado frecuentemente y que en adelante ocupará puesto prominente en estas Memorias. El General José Antonio Páez tendría entonces treinta años. Era de mediana estatura, robusto y bien formado, aunque la parte inferior de su cuerpo no guardaba proporción con el busto; pecho y hombros anchos, cuello corto y grueso que sostenía una cabeza abultada, cubierta de pelo castaño oscuro, corto y rizado; ojos pardos que no carecían de viveza; nariz recta con anchas ventanas, labios gruesos y barba redonda. Su cutis claro indicaba salud, y habría sido muy blanco sin los efectos del sol. La cautela y la desconfianza eran los rasgos distintivos de su fisonomía. Hijo de padres de condición humilde en la sociedad, no debía nada a la educación. En presencia de personas a quienes él suponía instruidas era callado y hasta tímido, absteniéndose de tomar parte en la conversación o de hacer observaciones; pero con sus inferiores era locuaz, adicto a la chocarrería y no esquivo a los juegos de manos. Complacíale referir sus proezas de guerra. Enteramente iliterato, ignoraba la teoría de la profesión que tanto había practicado y desconocía hasta los más sencillos términos técnicos del arte; pero aunque hubiese recibido esmerada educación militar nunca habría llegado a ser capitán consumado, pues la menor contradicción o emoción le producía fuertes convulsiones que le privaban del sentido por el momento, y eran seguidas de debilidad física y moral. Accidentes de esta naturaleza fueron frecuentes en los combates en que encontraba resistencia que no había imaginado. Como jefe de guerrilla era sin igual. Arrojado, activo, valiente, fecundo en ardides, pronto en concebir, resuelto en ejecutar, y rápido en sus movimientos, era tanto más temible cuanto menor era la fuerza que mandaba...".

No hay comentarios: